El 15 de septiembre los mexicanos celebramos el día de nuestra Independencia. Es una fiesta muy bonita, tradicional y que nos permite acercarnos a la cultura, aunque a veces el acercamiento parezca más un enfrentamiento.
Consideramos que es importante que Montse se familiarice con las tradiciones culturales de México y una fiesta de este estilo es una magnífica ocasión, por lo que a pesar del frío que ya se estaba sintiendo, nos encaminamos al Fuerte Stuart en el parque Jean Drapeau.
El evento fue muy nutrido, aunque no totalmente de mi agrado. Cómo todos sabemos, la cultura y el dinero no siempre van de la mano. Había una cuota para ingresar, lo cual no me parece del todo correcto puesto que no se si estaría al alcance de todos los mexicanos.
Hubo algunas actividades para los niños, sin embargo, con pocos organizadores, por lo que Héctor tuvo que participar poniendo orden en la fila de la piñata. Me queda claro que el desorden es parte de nuestra forma de ser como mexicanos, sin embargo, me preocupa que los padres pongan el mal ejemplo permitiendo (y fomentando) que los niños se metan a las filas y arriesgándose a recibir un golpe por estar demasiado cerca del niño que trae el palo.
La carpa principal fue lo suficientemente amplia, sin embargo, el espacio para los puestos de comida era sumamente pequeño, por lo que siempre estuvo a reventar. Había una tarima para el espectáculo y unas cuantas sillas que, para no variar, fueron "agandalladas" por familias enteras que se apoderaron de ellas desde hora muy temprana. De los nacos, mejor no hablo. Baste decir que me dió mucha pena ver a mi bandera utilizada cual capa y falda por parte de algunos desorientados, así como algun@s chic@s, trabajadoras de la noche, que al parecer llegaron en ropa de trabajo al evento.
El espectáculo fue similar al del año pasado, con la diferencia de que en esta ocasión, además de la fiesta, se presentaría la tradicional Guelaguetza, que superó con creces nuestras expectativas.
Sin embargo, me temo que los que no estuvimos a la altura, fuimos, como siempre, los del público. La ofrenda de la Guelaguetza incluyó abanicos y portalápices hechos de paja, que provocaron que la gente cercana brincara y se arrebatara los regalos.
Es una pena que una fiesta tan rica y tan tradicional se vea manchada, como es costumbre, por gente, como dirian mis abuelos, sin oficio ni beneficio. Sin embargo, a pesar de todo esto, fue bonito revivir un poco de nuestras tradiciones.
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